Foto de portada: GNOMO estudio
Sin duda, el Callejón del Beso es uno de los sitios más reconocidos de Guanajuato, también uno los puntos que sí o sí debes conocer cuando visitas esta mágica y colorida ciudad. Y teniendo en cuenta que las leyendas son parte fundamental de la cultura mexicana, evidentemente no podía faltar la trascendental leyenda de este callejón.
Los tradicionales relatos guanajuatenses (escritos o hablados) nos hacen explorar y conocer un mundo multidimensional, en el que sobresale y domina la implacable fuerza de la imaginación. Y vaya que en este sentido, la ciudad de Guanajuato es un pozo se sorpresas; hay historia, color, tradiciones, leyendas, nostalgia, magia y mucho brillo, cuyos elementos tienen la capacidad de trazar caminos insospechados, que cuando los recorremos, nos hacen traspasar entre la realidad y la fantasía.
Es así que paso a paso descubrimos este mundo en Guanajuato… un mundo de anchura y vastedad, profundamente sumergido en el drama. Un mundo que si en algunos pasajes es fantasía, es también realidad. Relatos imbatibles, por encima del tiempo y espacio, siendo soportados por el arraigo de nuestras y nuestros habitantes. También por aquellos que se llevan las leyendas, fotografíaa y anécdotas a sus lugares de origen.
Existen al menos 10 versiones de la leyenda del Callejón del Beso. Y aunque sería difícil identificar cuál fue la primera, sí podemos asegurar cuál es la más famosa. Aquí te la vamos a contar.
Esta trágica y romántica historia se basa en la época dorada de la minería en nuestro país. Es así que, dicha aventura literaria, surge en un contexto en el que Guanajuato representaba una gran potencia en la producción minera. Asimismo, se sabe que en esa época el Bajío mexicano aún se mantenía ocupado por una gran cantidad de español@s. Y como sabemos, se dio el meztizaje de ambas culturas.
En este sentido, muchas de las casas y casonas ubicadas en las calles y callejones de Guanajuato eran habitadas por español@s y los llamad@s mestiz@s (hijos de mexican@s y español@s).
Después de este necesario preámbulo, ahora sí iniciamos: popularmente, se conoce que una familia acaudalada proveniente del viejo continente llegó a vivir a esta ciudad. La hija de aquel matrimonio, que llevaba el nombre de Ana, era una joven muy hermosa y con mucha clase. A Ana le gustaba salir a su balcón por las noches para contemplar la luna y las estrellas.
Muy cerca de ahí, en la casa de enfrente, vivía una señora. Y entre todas las casas de Guanajuato, estas dos viviendas destacaban entre las demás por la gran cercanía entre sus balcones.
Carlos, un joven humilde y sencillo, llegó de otra parte del país para trabajar como obrero en la mina de La Valenciana. En su búsqueda por encontrar dónde vivir, Carlos logró convencer a la señora para que le rentara una pequeña habitación. De forma coincidente, dicha habitación es la que contaba con balcón.
Una noche, la primera noche, tanto Carlos como Ana salieron, cada quien en diferente balcón, pero viendo el mismo cielo; sintiendo la misma noche y siendo iluminados por la misma luna y estrellas. En ese momento, la vida de ambos cambió para siempre; el amor nació entre ella y él.
Debido a lo estrecho del callejón, podían tocarse entre sí con tan sólo estirar un poco sus brazos.
Después de muchas veladas de conversaciones, risas y miradas, el deseo mutuo los hizo darse un beso… Sin embargo, Don Emiliano, padre de Ana, los descubrió y le prohibió a su hija volver a salir al balcón. Pero sobretodo, le negó estar con Carlos, pues a su criterio no era posible mantener dicha relación por la diferencia de clases sociales.
Los días, las semanas y los meses pasaron… Carlos, todas las noches, salía a su balcón con la esperanza de volver a ver al amor de su vida. En cambio, Ana hacia todo lo posible por convencer a su padre, pero no lo logró.
Un día, el padre de Ana salió de la ciudad. Ana logró salir al balcón, y ahí estaba Carlos. Repentinamente, el padre de Ana llegó a la casona y se percató de lo que sucedía. Sesgado por el enojo, Don Emiliano tomó una daga y decidió acabar con los sueños y anhelos de Ana para siempre. En ese instante, y antes de morir, Ana y Carlos fundían sus almas en un largo beso…
Cuenta la leyenda que si tú visitas este callejón, tienes que darle un beso a tu pareja en el tercer escalón, la parte más angosta de esta cellejuela. Si lo haces, tendrás 15 años de prosperidad y amor. Pero si no, corres el riesgo de padecer siete años de mala suerte.