Primero convento, después hospital y hoy es una escuela…
Misticismo, contrastes y viaje al pasado
La experiencia en el Pueblo Mágico de Salvatierra es intrigante, asombrosa y modesta. La percepción de una ciudad que se quedó atrapada en el tiempo y que lo demuestra en sus calles, pisos, puertas, ventanas, patios, comida, árboles y campanas.
Los sitios conventuales que te obligan a admirar cada gran detalle de sus contrucciones, partiendo de la vista general de la ciudad desde la torre del templo de San Francisco, que te conduce al olor de los mangos y manzanas de los áboles de un histórico patio que sirve como espacio para celebraciones y conmemoraciones.
Pero sin duda alguna, la experiencia que hizo agudizar nuestros sentidos, fue visitar la escuela José María Morelos. Desde la entrada, se siente un fuerza, un algo, una impresión que te hace recordar que ya estuviste ahí. Como si vivieras cada fotograma de la película “El espinazo del diablo”.
Cuentan que cuenta la leyenda de una religiosa que deambula por el patio central y riega las macetas. La llegaron a ver cuando fue hospital. Se dice que era una religiosa que estaba apegada a sus macetas y hasta por las noches salìa a regarlas, descuidando sus horas de rezo por atender las plantas.
Su edificación inicia en 1770. Su importancia radica en que es uno de los tres únicos ejemplos dedicados al monacato femenino (estado o modo de vida del monje) en la región durante el Virreinato.