Entre engranajes, péndulos y campanas centenarias, Manuel Doblado resguarda una joya del tiempo: un reloj monumental fabricado en Inglaterra en 1860, contemporáneo del emblemático Big Ben de Londres. Este imponente artefacto, instalado en la torre de la Parroquia de San Pedro Apóstol —también conocida como San Pedro Piedra Gorda—, sigue marcando las horas con precisión, más de siglo y medio después de su llegada al municipio guanajuatense.
Su historia mezcla técnica, leyenda y arraigo. Según la tradición oral, dos relojes fueron encargados por el entonces gobernador de Guanajuato, pero solo uno logró cruzar el Atlántico para instalarse en tierras mexicanas. Ese reloj, que desde entonces corona la fachada de estilo barroco de la parroquia local, es hoy una de las piezas más antiguas en funcionamiento de todo el país, incluso más longeva que la instalada en la Catedral de la Ciudad de México.
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El mecanismo, que funciona mediante un péndulo de 90 kilos, debe recibir cuerda cada cuatro días con 57 vueltas completas. Su mantenimiento es meticuloso: se lubrica mensualmente y se limpia a fondo una vez al año. La campana, fundida en 1882 por el artesano Justo Rivera, se compone de una aleación única de bronce, oro y plata, y ofrece distintos sonidos para los cuartos, la media y la hora, lo que ha hecho de este reloj una voz sonora del pueblo.
Más allá de su ingeniería, el reloj es un símbolo identitario. En su torre se conservan las firmas de quienes le han dado cuerda generación tras generación. Entre sus particularidades destaca la numeración romana clásica, donde el número cuatro aparece como “IIII”, siguiendo una tradición etrusca. Además, su antiguo cuidador, José Luis Porras, construyó un reloj solar para sincronizar su minutero con asombrosa exactitud, marcando un punto exacto a las 8:30 de la mañana con un rayo de luz que atraviesa la carátula.
La Parroquia de San Pedro, donde se encuentra este tesoro, alberga también la venerada imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con más de 300 años de devoción. El reloj no solo adorna la torre: conecta a Manuel Doblado con una herencia técnica y cultural invaluable que, al igual que sus campanadas, sigue viva y resonando en el tiempo.
Este reloj no es solo una pieza mecánica: es un símbolo de orgullo, una cápsula de historia viva y un atractivo turístico que vale la pena descubrir en el corazón de Guanajuato.
