En febrero de 1975, la reina Isabel II de Inglaterra emprendió una visita a nuestro país. Seis días en los que conoció la diversidad cultural de Quintana Roo, Ciudad de México, Oaxaca y ¡Guanajuato capital!
Un dato curioso, es que tres años antes se llevó a cabo el primer Festival Internacional Cervantino. ¿Se dan cuenta? La ciudad de Guanajuato reforzaba desde aquella época su presencia en el mundo, con grandes eventos y con la asistencia de reconocidas personalidades.
Bien. Los ponemos en contexto: intentamos indagar por nuestra cuenta (en bibliotecas y hemerotecas) sobre la visita de la reina a esta ciudad, sin embargo, no logramos encontrar algo.
Existe un gran texto que relata de manera fascinante todo el recorrido de la reina por México. Un texto, resultado de otros textos (jejeje), que redactaron reporteros de EL UNIVERSAL que cubrieron esta gran hazaña.
Ya sin más por nuestra parte, les dejamos la crónica asombrosa:
“Luego de 36 horas en la capital, a las 23:50, de la estación Buenavista salió el tren que llevaría a la reina y su comitiva a su siguiente destino: Guanajuato. Era un tren especial formado por 11 carros y tres locomotoras. El convoy compuesto por cuatro carros presidenciales, dos oficiales, dos comedores y tres dormitorios, jalado por tres locomotoras diésel, fue abordado por la reina y su comitiva a las once de la noche y fue precedido por un tren explorador.
Los dos trenes corrieron con derecho de vía sobre todos los demás y para no molestar el sueño de la soberana viajaron a 60 o 70 kilómetros por hora. A la mañana siguiente, como todas las que estuvo en México, para el desayuno pidió fruta fresca y huevos revueltos con tocino.
Una vez en Guanajuato, la reina Isabel II hizo un recorrido al monumento de El Pipila, después a algunas de las minas más famosas como La Valenciana y también asistió al Teatro Juárez para presenciar la representación de la obra “Homero”, mientras que a las afueras más de 5 mil personas esperaban para verla.
Una curiosa crónica de la visita relató que era tanta la euforia por mirar a la reina, que incluso un perro callejero quiso verla: “Llegó cuando ella contemplaba el edificio de la Universidad del Estado de Guanajuato; se cruzó entre sus piernas, se paró al frente, levantó la cabeza y la miró fijamente. La reina lo rodeó y se paró en otro lado, y el perro oliendo sus zapatos la siguió. Uno de los edecanes intentó quitarlo sin conseguirlo. Unos segundos después, el perro se retiró”.
La soberana también visitó la Alhóndiga de Granaditas y el mercado de Guanajuato. A bordo de un Dodge Mónaco convertible recorrió la ciudad. Al llegar al mercado Hidalgo, el pueblo ahí reunido le obsequió tlacoyos, charamuscas, fresas, biznagas, quesos, cobijas y todo tipo de antojitos y muestras de artesanías, que su edecán colocaba en una canasta de mimbre.
En la hacienda de San Gabriel Barrera el gobierno de la entidad le ofrecería una comida, atendida por 75 camareros que sirvieron 900 melones de Uruapan al oporto, fresas de Zamora —y no de Irapuato—, y agua de limas de Silao. El platillo principal fue pepián, que fue escogido porque le gustó a la reina cuando el presidente Echeverría le ofreció una comida en Londres. Fueron mil raciones, de 400 pollos, las servidas.
Después se dirigió al aeropuerto de León para viajar a su siguiente destino.
Las campanas de todas las iglesias a las 10:17 de la mañana echaron a vuelo y no dejaron de teñer todo el tiempo que duró la visita de la reina.”