Por: Benjamín Segoviano
La mirada de la momia pequeña
Se le conoce como «Juanito». Tiene una expresión de asombro, cual si estuviera viva. Incluso sus pequeños y entrecerrados ojos parecen mostrar extrañeza. Pero no vivió mucho, si acaso, unos cuantos meses en el vientre materno. Tiempo después, fue desenterrado íntegro, seguramente ante la sorpresa de los sepultureros, que entonces lo añadieron a la colección de momias del panteón de Santa Paula, en Guanajuato.
Aunque durante muchos años fue promocionada como «la momia más pequeña del mundo«, actualmente se sabe que existen tres momias de fetos aun menores: una en España, otra en Perú y una más que se encuentra en un laboratorio escolar de Encarnación de Díaz, Jalisco.
Sin embargo, ninguna de las anteriores produce la estremecedora sensación de la guanajuatense. Como se cree que se malogró a los seis o siete meses del parto, posee prácticamente todos los órganos de un ser humano ya formado. El costillar es visible, e incluso, por la forma en que se le exhibe, pareciera estar hincada.
Lo que sí es indudable es que constituye una de las máximas atracciones del Museo de las Momias de Guanajuato. Cientos -quizá miles- de visitantes, llevados por el morbo, la curiosidad o las ganas de vivir una experiencia escalofriante, recorren a diario las salas del recinto, que combina áreas relativamente nuevas con las antiguas catacumbas del cementerio, para admirar a «Juanito» y a sus decenas de sus compañeros.
Juanito mide apenas 22 centímetros
Quienes arriban actualmente al museo, más o menos a mitad del trayecto topan con el nicho de esta célebre momia, protegida ahora por cristales y no expuesta, como antaño, a la curiosidad de manos traviesas o malvadas. Décadas atrás, ni ella ni sus compañeros se acomodaban en vitrinas, sino que los visitantes pasaban, venciendo el temor, entre sendas filas de secos cadáveres.
Eran tiempos en que, tal como se ve en la célebre película del Santo, Blue Demon y Mil Máscaras, se entraba por una breve pero tétrica escalera de caracol que desciende a las catacumbas desde la superficie del camposanto y que añadía una nota de creciente expectación. Ese acceso aún existe, pero está cerrado, debido a que, según cuentan, la tensión nerviosa era tanta que más de un turista sufrió un colapso.
Así que ahora «Juanito» observa desde un sitial de honor el veleidoso mundo de los vivos con su oscura mirada, que se enfoca en una insondable eternidad, más allá de los vaivenes del existir. Y sin embargo, incluso sin vida, es capaz de dejar anonadado al espíritu más frío e inconmovible con que pudiera encontrarse, cual si poseyera un extraño e inquietante poder…